La Farmacovigilancia es una actividad compartida entre las autoridades sanitarias, la industria farmacéutica y los profesionales de la salud, ya que permite realizar de forma responsable la evaluación permanente de la seguridad de los medicamentos.
Su principal objetivo es evitar prácticas que sean potencialmente causantes de daño en los pacientes, lo que ayuda a prevenir o reducir la aparición de las reacciones adversas por el consumo de fármacos.
Esta práctica surgió a mediados de los años 60s cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) formó el Programa Internacional de Monitoreo de Medicamentos integrado por 124 países.
En el caso de México dicha responsabilidad la cumple la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), que establece las guías, lineamientos, normas y requerimientos para orientar y facilitar las actividades emitidas por el Centro Nacional de Farmacovigilancia.
En 2004 el Diario Oficial de la Federación publicó la NOM-220-SSA1-2002: Instalación y Operación de la Farmacovigilancia, que significó el ingreso de México a un sistema de monitoreo mundial cuyo principal objetivo es ratificar la seguridad de los fármacos que se prescriben a los pacientes.
A partir de ese momento, la recepción de reportes, generados por la industria farmacéutica y los profesionales de la salud o los propios pacientes, ha crecido en más del 100%, al pasar de poco más de 5 mil reportes en el año 2004 a casi 12 mil registros de eventos adversos en el año 2012, según la COFEPRIS.
Sin embargo, debemos tomar en cuenta que esta actividad en México inició oficialmente en 1995, cuando la Secretaría de Salud implementó dentro del programa de control y vigilancia de medicamentos, la creación del Centro Nacional de Farmacovigilancia como unidad coordinadora.
Además, se estableció que en cada entidad se creara un Centro de Farmacovigilancia con el objetivo de fortalecer la racionalización y optimización de la terapéutica mexicana, y así poder detectar oportunamente, problemas potenciales relacionados con los mismos.
Así, la farmacovigilancia se considera como una más de las actividades de la salud pública, destinada a la detección, identificación, cuantificación, evaluación y prevención de los posibles riesgos derivados del uso de los medicamentos en humanos.
Hoy en día esta actividad es considera una ciencia que está permitiendo que la industria farmacéutica se fortalezca tanto en eficiencia operativa, de desarrollo e investigación, así como en materia de comercio exterior, ya que permite una relación más estrecha y confiable con otras naciones que antes no se tenía.