Las secretarías de Economía y de Hacienda, dieron a conocer recientemente las nueve industrias estratégicas que tienen un impacto importante en la cadena productiva, el empleo y potencian el desarrollo incluyente de México. Una de ellas es la de las “Ciencias de la Vida”.
Desde de que se eliminó en México el requisito de desarrollo de planta y la Cofepris se convirtió en un regulador de la industria, se han registrado cambios trascendentes, que han permitido certificar 150 nuevas moléculas y aumentar en casi 50 mil millones de pesos, en siete años, el monto de las ventas anuales de producción hacia el distribuidor, además de generar empleo a poco más de 62 mil personas pagando un salario cuatro veces por arriba del promedio manufacturero.
Sin embargo, ni la apertura ni el hecho de que la Cofepris ha sido reconocida y certificada ante OMS y OPS y sus pares, como la FDA de Estados Unidos, EMEA de Europa y MRHA de Gran Bretaña, ha logrado potenciar el crecimiento de mayor valor agregado de la industria farmacéutica: la innovación y desarrollo de nuevos medicamentos.
Según el Segundo Compendio Estadístico de Canifarma, la industria farmacéutica crece a tasas de 4.3 por ciento anual en los últimos siete años, cuando la manufactura lo hace a tasas de 6.3 por ciento. El potencial se confirma con el hecho de que la capacidad ociosa de esta industria alcanza el 35 por ciento.
Para la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica (Canifarma), una manera de ampliar el impacto económico es impulsar la investigación clínica en México.
Sin duda, la Secretaría de Salud podría “intervenir” para que los Comités de Ética de la red hospitalaria pública y privada, que se rige por ordenamientos internacionales de calidad ética y científica referida a la investigación clínica incluidos en la norma mexicana, entiendan que México compite con el mundo en el desarrollo de estos nuevos productos.
Mientras en Brasil, Estados Unidos, España o Francia éstos se reúnen cuando mucho cada dos meses para evaluar los protocolos de investigación que se les presentan y aprobarlos, en México el revisarlos a mano, evaluarlos y reunirse entre partes, puede tardar hasta nueve meses.
El promedio internacional de aprobación de protocolos clínicos, según la OMS, es de tres meses. Para entonces, México no sólo perdió el turno, la inversión y el empleo, sino la idea a desarrollar.
Proméxico, hace una activa promoción de lo que se conoce como “industria de Ciencias de la Vida”, pero se concentra en la certificación de nuevas moléculas, que es más ágil, para no pasar por todo el ciclo de investigación. La mayoría de los Comités de Ética en México, no logran una exitosa coordinación con los Comités de Investigación y es lo que permea el desempeño de este segmento industrial.
En los hospitales dependientes de la Secretaría de Salud como el IMSS o el ISSSTE es donde hay que agilizar este tipo de procesos, ya que de ellos depende la primera aprobación y luego los Comités de Investigación se encargan del protocolo clínico que, finalmente, deberá palomear la Cofepris.
Si esto se agiliza, la inversión de la industria farmacéutica que hoy alcanza 35 mil millones de dólares (3.5% de las ventas de la industria y 10 veces más de lo que se invierte en México en investigación) podría fácil duplicarse a unos 10 mil millones de dólares al año.
En México apenas sumamos cuatro productos aprobados como “primer país” y, empresas independientes siguen el camino para promover nuevas alternativas a las Ciencias de la Salud pero es necesario revocar la burocracia y agilizar los procesos de validación para poder llegar a ser un país innovador en materia farmacéutica.